¿Es posible imaginar una nueva forma de síntesis o sinergia entre la producción entre iguales y el movimiento procomún por un lado, y los elementos innovadores emergentes de los movimientos de la economía cooperativa y solidaria, por otro?.

Con el propósito de explorar posibilidades, el Commons Strategies Group celebró un taller en Berlín _ los días 27 y 28 de agosto de 2014_ en el que participaron una docena de destacadas activistas, líderes de proyectos y expertas en materia política y académica…

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Por Pat Conaty y David Bollier ((Pat Conaty es miembro de la New Economics Foundation e investigadora asociada de Co-operatives UK. David Bollier es cofundador del Commons Strategies Group y autor independiente, blogger y activista cuyo enfoque es el procomún como paradigma de la economía, la política y la cultura. Este informe está disponible bajo una licencia Creative Commons Attribution-ShareAlike (BY-SA) 3.0.))
«El poder de los principios open source, que sin lugar a dudas ha quedado demostrado, está propagándose rápidamente a muchos otros ámbitos de la cultura, la economía y la sociedad. La perspectiva de formas de producción más participativas y socialmente amigables – responsables ante las comunidades y conscientes del bien común en general – nunca ha parecido más factible. Aún así, hay importantes escollos organizacionales, legales y financieros que superar -por no mencionar las diferencias culturales y políticas- que deben ser abordados si las cooperativas quieren encontrar un terreno común con los comuneros digitales y la producción entre iguales. Afortunadamente, hay modelos emergentes como las cooperativas de múltiples partes implicadas que podrían ser vehículos para dicha cooperación». ((N.T.: Multi-Stakeholder Cooperatives))

INTRODUCCIÓN

Para las personas que participan en el procomún, la producción entre iguales o las cooperativas, la economía emergente presenta una paradoja frustrante debido al enorme desajuste entre, por un lado, la cultura cooperativa y, por otro, las formas organizativas que pueden sostenerla y promover el bienestar general de la sociedad.

Las nuevas formas de producción entre iguales están creando un acervo común de conocimientos, código, diseño y sectores socio-económicos y técnicos de producción y gobernanza totalmente nuevos. Este ámbito amplio y ecléctico, basado en el software libre y en el conocimiento, diseño y hardware abiertos, se apoya en la colaboración social y el intercambio, y aspira a convertirse en un sector de bienes comunes autónomos y autosuficientes.

Desafortunadamente, debido a que en términos generales sus formas económicas están arraigadas en las economías capitalistas -dependientes de la propiedad intelectual, el financiamiento de capital de riesgo, las estructuras corporativas con fines de lucro, etc.- los nuevos «modelos abiertos» suelen estar subordinados a los mercados hipercompetitivos propios de las dinámicas capitalistas. Aún a pesar de las impulsivas afirmaciones sobre el potencial liberador de la «economía colaborativa» ((N.T.: Sharing economy: Economía colaborativa, compartida o de intercambio. En Wikipedia.)), la producción entre iguales en plataformas abiertas puede simplemente puede sustituir las formas más clásicas del capitalismo privativo por un híbrido procomún/corporativo que se apodera de los diversos recursos comunes para servir a los intereses del capital.

Mientras tanto, en muchas partes del mundo el movimiento cooperativo se enfrenta a sus propios desafíos en términos de adaptación a las tecnologías actuales y a la economía política. Algunas de las grandes cooperativas ahora se asemejan a corporaciones globales en sus comportamientos de mercado, culturas organizacionales y estilos de gestión. Si no están defendiéndose de la amenaza de la privatización, sus administradoras y políticas actúan alejadas de los miembros de las cooperativas, quienes por lo general ya no participan activamente o no participan en una cultura colaborativa. En cuanto a las cooperativas más pequeñas, muchas han sido relegadas a los márgenes tanto del mercado como de la sociedad por fuerzas dominantes más grandes. Así pues, sin soluciones creativas no pueden competir en mercados grandes y concentrados ni adoptar tecnologías en red que puedan mejorar sus poderes cooperativos.

Por estas y otras razones, el movimiento cooperativo, a pesar de su ilustre historia y sus admirables modelos organizacionales y financieros, ya no inspira el imaginario social popular ni tiene el ímpetu y el impacto espectacular que tuvo, digamos, en las décadas de 1890, 1920 o 1970. El poder del capital y los mercados globalizados, las tecnologías digitales y la cultura consumista han actuado perversamente de tal forma que han frenado las aspiraciones de parte del movimiento cooperativo. No obstante, en los últimos años ha surgido un renovado sentido de propósito y confianza entre el sector cooperativo internacional. Las Naciones Unidas declararon 2012 «Año Internacional del Cooperativismo», y ese mismo año, una rejuvenecida Alianza Cooperativa Internacional ha adoptado un ambicioso proyecto con la intención de constituir un liderazgo empresarial y ecológico del modelo cooperativo, en el que la propiedad recaiga en aquellos que están más estrechamente involucrados en el trabajo. También se percibe una creciente receptividad hacia la idea del cooperativismo abierto, como se ve en el libro de Robin Murray, Cooperation in the Age of Google, un tema que resuena como el primer principio cardinal del movimiento cooperativo, la «membresía abierta e inclusiva».

Estos desarrollos son bienvenidos porque un declive de las cooperativas disminuye el bienestar general de la sociedad. La gente común tiene cada vez menos alternativas a las grandes corporaciones depredadoras cuyos comportamientos antisociales a menudo son sancionados por legisladores cautivos y burocracias estatales. Mientras que la «economía social» está ganando terreno en muchas partes del mundo y en algunos sectores comerciales, sus beneficios a menudo son sacrificados prematuramente o mantenidos dentro de límites estrictos. El duopolio mercado/estado, una alianza que separa la responsabilidad sobre la producción y la gobernabilidad al tiempo que impulsa una agenda de crecimiento económico implacable y políticas neoliberales, continúa en gran medida sin control.

Todo esto nos lleva a la pregunta: ¿Es posible imaginar una nueva forma de síntesis o sinergia entre la producción entre iguales y el movimiento procomún por un lado, y los elementos innovadores emergentes de los movimientos de la economía cooperativa y solidaria, por otro?. Ambos comparten un profundo compromiso con la cooperación social como fuerza social y económica constructiva. Sin embargo, ambos se basan en historias, culturas, identidades y aspiraciones muy diferentes a la hora de formular sus visiones del futuro. Hay grandes expectativas en ambos movimientos por crecer más unidos, pero también barreras significativas para que eso ocurra.

EXPLORANDO LAS POSIBILIDADES DE UN COOPERATIVISMO ABIERTO

Con el propósito de explorar posibilidades, el Commons Strategies Group organizó y celebró un taller en Berlín _ los días 27 y 28 de agosto de 2014_ en el que participaron una docena de destacadas activistas, expertas en materia política, académicas y líderes de proyectos. (Puedes ver al pie una lista de las participantes). Los encuentros «Hacia un Cooperativismo Abierto», fueron impulsados por la Fundación Heinrich Böll, con el apoyo de la Fundación francesa Charles Léopold Mayer. Una cuestión central del taller fue: ¿Cómo puede estructurarse la cooperación social en la vida contemporánea para servir mejor a los intereses de las cooperadoras/comunes y de la sociedad en general, con una economía tecno/política que actualmente insiste en entregar la plusvalía al capital privado?

Los comunes tienden a abordar esta cuestión desde una perspectiva, historia y enfoque diferentes a los de muchos en el movimiento cooperativo. Esto se debe, por ejemplo, a que tienden a habitar un espacio fuera de los mercados, mientras que las cooperativas son generalmente entidades de mercado en sí mismas. Los comunes tienden a contar con pocos recursos institucionales o fuentes de ingresos, pero se apoyan en poderosas redes de colaboración basadas en plataformas abiertas.

Por el contrario, las cooperativas constituyen hoy en día un segmento sustancial de las economías modernas. Hay más de 1.000 millones de socias cooperativistas en 2,6 millones de cooperativas en todo el mundo, y estas generan unos ingresos anuales estimados en 2,98 billones de dólares. Si esta economía fuera un Estado, sería la quinta economía más grande del mundo, después de Alemania. ((Dave Grace and Associates, para la Secretaría de las Naciones Unidas. Departamento de Asuntos Económicos y Sociales, División de Política Social y Desarrollo, «Measuring the Size and Scope of the Cooperative Economy: Resultados del Censo Global de Cooperativas 2014″.))

Sin embargo, el impacto transformador de este poder económico es menor de lo que sugiere su tamaño. Donde hay una fuerte presencia cooperativa, como en la banca local en Alemania, la vivienda en Suecia o la agricultura en la India, las cooperativas pueden cambiar los efectos del mercado. Pero donde son un competidor en minoría, salvo las innovadoras, la mayoría de las cooperativas simplemente se han adaptado a las prácticas competitivas y a la ética de la economía y la política capitalista, en lugar de luchar por reinventar modelos de «mancomunidad cooperativa» adecuados a nuestros tiempos. Su influencia en la vida política nacional ya no es tan progresista e innovadora como antes, ni tan centrada en mejorar la suerte de los ciudadanos de a pie.  Hay muchas razones: la escala de las empresas cooperativas más antiguas, la distancia entre las gerentes y las socias beneficiarias, los aspectos retrógrados de la legislación existente para las cooperativas, y las afinidades culturales entre las «nuevas cooperativas» y el movimiento de la economía social y solidaria.

La intención de este taller fue explorar las posibilidades de una confluencia de esfuerzos entre comunes y cooperadoras, especialmente en la integración del conocimiento institucional y financiero de las cooperativas con el poder explosivo de las tecnologías digitales y las redes abiertas. ¿Podemos encontrar nuevos modos de combinar la ética innovadora y participativa de la producción entre iguales con la experiencia histórica y la sabiduría del movimiento cooperativista? ¿Qué convergencias fructíferas entre estos dos modelos de cooperación social podemos identificar y cultivar? ¿Cuáles son las posibilidades de alcanzar nuevas formas de «acumulación cooperativa», en las que las contribuciones de la gente a los recursos comunes compartidos se combinarían con servicios de valor añadido que generen ingresos y prestaciones en especie para las cooperadoras/comunes?

Un proyecto de cooperativismo abierto debería abordar dos cuestiones importantes e irresueltas: 1) El problema de los medios de subsistencia en una economía digital procomún (¿cómo puede la economía florecer por si misma e implementar una lógica social y económica diferente si todas trabajan sin remuneración?); y 2) el desafío de las cooperativas y las economías solidarias a la hora de aprovechar el enorme potencial de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y evitar la subordinación a la lógica y la disciplina del capital.

La «acumulación cooperativa» podría ocupar un espacio entre los procomunes que tienen un vínculo limitado o nulo con los mercados y las empresas capitalistas que buscan extraer beneficios privados y acumular capital. Este modelo intermedio, el cooperativismo abierto, podría constituir un nuevo sector en el que los comunes podrían mancomunar recursos, asignarlos de manera justa y sostenible, y ganarse la vida como miembros de las cooperativas, más o menos al margen de los mercados capitalistas convencionales. Lo que pretendemos es la creación y el afianzamiento de nuevos tipos de mercados no capitalistas o postcapitalistas que los reincorporen a las comunidades sociales y a las estructuras de gestión.

La clave, claro, es como conceptualizar e implementar esta confluencia. Como veremos más abajo, se han planteado varias ideas prometedoras, como cooperativas emprendedoras co-produciendo bienes comunes; coalición de emprendedoras éticas que utilizan licencias basadas en los derechos de autoría para crear espacios de producción protegidos de los mercados convencionales de capital; y nuevos modelos de producción local distribuida conectada a redes globales de intercambio de conocimiento. Otras ideas continúan siendo fascinantes pero insuficientemente desarrolladas, como el papel potencial que la gobernanza cooperativa podría jugar en la producción entre iguales basada en el procomún, y, a su vez, las formas en que la autogestión en los sectores digitales podría aplicarse en la economía cooperativa social y solidaria.

Puesto que este informe es un relato del diálogo en un taller, hay muchas perspectivas diferentes representadas, muchas ideas sugerentes pero incompletas – y no hay un plan claro de cómo seguir adelante. Sin embargo, esperamos que este informe estimule la investigación, el debate, la innovación y una nueva convergencia de movimientos.

EN LA ENCRUCIJADA: LOS MOVIMIENTOS COOPERATIVOS Y PROCOMUNES

El movimiento cooperativo global es una fuerza significativa para un cambio gradual y, sin embargo, se encuentra seriamente retada por el poder del capital, los mercados globalizados, los nuevos desarrollos tecnológicos, el gerencialismo y la desconexión social. El empleo en el movimiento cooperativo, estimado en 250 millones de personas, es también mayor hoy en día que el de las empresas multinacionales. En muchos países, la membresía en las cooperativas (una cuarta parte de las personas adultas en el Reino Unido) dobla la membresía sindical y es mucho más alta que la de los partidos políticos convencionales (2% de las adultas en el Reino Unido). Por lo tanto, el sector podría ser una fuente clave de poder político compensatorio. Así, las participantes en el taller estudiaron las posibilidades y el modo de fomentar una convergencia catalizadora con el movimiento del procomún, sobre todo a la luz del surgimiento de las nuevas «formas colectivas» que ha brindado la World Wide Web desde mediados de los años 90.

John Restakis, ex director ejecutivo de la BC Co-operative Association en Vancouver, nos explicó que en muchos países el movimiento cooperativo se encuentra en una encrucijada. Existe una falta de una visión común de cara al futuro realmente sólida, y en muchos países esta situación está siendo puesta a prueba por una tensión e incluso una polarización entre las cooperativas de economía social más pequeñas y las cooperativas grandes y bien establecidas en áreas tales como la banca convencional, los seguros y la ingeniería. Una parte de estas cooperativas están amenazadas por la creciente desmutualización de las cooperativas más grandes, una tendencia que se ha hecho patente con la adquisición del Banco Cooperativo en el Reino Unido por inversionistas externas, incluyendo los fondos de cobertura, y la privatización de grandes cooperativas agrícolas como Saskatchewan Wheat Pool.

Por otro lado, también hay muchos desarrollos importantes e innovadores en el mundo cooperativo. El éxito de las cooperativas sociales de múltiples partes implicadas (multi-stakeholder social co-operatives) en Italia, especialmente en el terreno de los servicios sociales, ha llevado a la reproducción exitosa de este modelo a escala internacional. Del mismo modo, en muchos países se están expandiendo las nuevas cooperativas solidarias de servicios locales, cafés, clubes deportivos, alimentos orgánicos y de proximidad, bienes de comercio justo y recursos urbanos procomunes.

Hay varios puntos clave cruciales a los que se enfrenta el movimiento cooperativo a todos los niveles. El primero de ellos es cómo ampliar la escala de las cooperativas y responder a la tendencia a la corporativización de las más grandes. Para muchas, esta amenaza es más grave porque supone la pérdida de sus identidades culturales y la desconexión de sus miembros; una disminución de la confianza social en las organizaciones cooperativas, el elitismo en la dirección y la eliminación gradual pero deliberada de cualquier identidad política. Irónicamente, la pérdida de la confianza de los miembros en las cooperativas más grandes es precisamente el activo clave de las cooperativas solidarias de la nueva ola, que están construyendo activamente, sin marginalizar, la democracia económica y el ethos y la cultura cooperativa. Las cooperativas sociales y solidarias han redescubierto los sistemas mutualistas y cooperativos del pasado, y ven en la ética social progresista y comprometida una vía para atraer a nuevos miembros.

En un número creciente de países, estas cooperativas están desarrollando una plétora de nuevos mercados para la agricultura comunitaria, la energía renovable, los servicios de gestión ambiental, los servicios comunitarios, las clínicas de salud y las farmacias, así como estrategias de transmisión de empresas pequeñas que recurren a la compra de participaciones por parte de las trabajadoras y mutualistas en favor de las trabajadoras por cuenta propia. Todos estos servicios cooperativos se imbrican claramente en los objetivos y valores del movimiento procomún. Otras iniciativas de este tipo incluyen nuevos procomunes digitales (como se comenta más adelante) y cooperativas de bienes comunes urbanos, como la co-administración de los espacios públicos en Siena y Bolonia (Italia), y otros promovidos por Labgov ((Puedes ojear la web de Labgov)), un laboratorio de investigación política para la gobernanza del procomún con sede en Nápoles.

A pesar de estos avances alentadores, la nueva ola de cooperativas con fines sociales y solidarios se enfrenta a barreras imponentes: la falta de acceso a capital para desarrollo y capacitación, así como una laguna sustancial en habilidades empresariales y de gestión, aislamiento sectorial y operativo en algunos subsectores, y falta de políticas públicas y apoyo institucional tanto por parte del Estado como de las cooperativas más grandes.

Asimismo, el movimiento procomún se encuentra en una encrucijada difícil y, de hecho, está siendo atacado por muchos frentes. Los bienes públicos -bosques, agua, minerales, carreteras y otras infraestructuras civiles- se están vendiendo a precio de saldo a medida que disminuyen los ingresos fiscales y se agudizan los recortes relacionados con las políticas de austeridad. Asia, África y América Latina están sufriendo un fenómeno sin precedentes de acaparamiento de tierras por parte de fondos de inversión de alto riesgo y fondos soberanos de inversión, que se están apropiando de tierras que durante generaciones han sido administradas mancomunadamente por los pueblos indígenas y las comunidades autóctonas. Existe un sector emergente de coproducción entre iguales, pero este universo de innovación suele operar dentro de los sistemas financieros y tecnológicos gestionados por el capital empresarial, lo que conlleva que la producción entre iguales basada en el procomún tiene problemas para afirmar su soberanía e independencia de los mercados de capital (lo que explica por qué el uso compartido de coche y alojamiento está dominado por empresas que poseen la plataforma digital). Los modelos capitalistas propietarios de consumo colaborativo están estructurados para favorecer los intereses de acumulación de capital de las inversoras, no los intereses sociales o equitativos de las usuarias.

La pregunta recurrente que plantean estos y otros ejemplos es:¿Podemos crear medios de subsistencia procomunes libres del control de las fuerzas del Estado o del mercado?.

Para los comunes digitales existe una clara necesidad de ingeniar estructuras legales que les permitan proteger su creación de valor del capitalismo depredador. Cabe destacar que las cooperativas solidarias y sociales de múltiples partes interesadas (multi-stakeholder social co-operatives) han desarrollado soluciones innovadoras y de autodefensa en una gran diversidad de mercados del sector servicios. ¿Cómo podría amterializarse una visión compartida que vinculase a ambos movimientos?.

A medida que las participantes en el taller se enfrentaban a estas cuestiones, surgieron una serie de preguntas e inquietudes clave como temas de importancia estratégica. Entre ellas:

  • ¿Cómo podemos garantizar un procomún cooperativo libre del control capitalista?
  • ¿Cómo podemos reinventar economías que se mantengan más integradas y distribuidas localmente?
  • ¿Cómo podemos forjar nuevas relaciones de trabajo y alianzas con «movimientos afines»?
  • ¿Qué podemos aprender de la historia de los modelos de «mancomunidad cooperativa» que buscan intencionalmente proteger la tierra, la gente y el dinero de las fuerzas del mercado?
  • ¿Cuáles son los desafíos que deben abordarse al conjugar las plataformas abiertas con el cooperativismo?
  • ¿Qué nuevo enfoque podría unir al procomún y a los movimientos cooperativos basados en el localismo, la autodeterminación, la equidad social y el desarrollo centrado en el ser humano?.

De esta lista, ¿cuáles son algunas de las implicaciones de estas oportunidades de desarrollo para las estructuras cooperativas existentes o emergentes? En primer lugar, las cooperativas harían bien en centrarse en la producción que se ajuste a los valores y principios que defiende el sector, que sirva al bien común y no se centre exclusivamente en sus propios miembros. Segundo, mientras que el gobierno democrático es un principio fundamental de las cooperativas -operando en un modelo de «un miembro, un voto» en lugar del modelo de «un dólar, un voto» de las empresas propiedad de las inversionistas- no todas las participantes en la cadena de valor económico están reconocidas como miembros. Si bien las cooperativas tienden a ser propiedad de las clientes o de las productoras, su alcance democrático puede ampliarse incluyendo una mayor variedad de partes implicadas (stakeholders). Las cooperativas podrían integrar a los diversos actores en la gobernanza de sus acciones, como lo han hecho muchas cooperativas de múltiples partes interesadas (multistakeholder co-operatives). En tercer lugar, y lo que es más importante, las cooperativas podrían considerar la posibilidad de explorar nuevas formas de colaboración con el procomún, en las que éstos coproducen activamente los recursos comunes de los que dependen.

COOPERATIVISMO ABIERTO: UNA VISIÓN EMERGENTE CON PRIMEROS BROTES Y PRÁCTICAS PROCOMUNES

El mundo procomún es muy diverso, por lo que es difícil generalizar demasiado sobre él.  Pero se puede decir con seguridad que el universo de los procomunes digitales se está expandiendo y floreciendo rápidamente, en parte debido al acceso a Internet relativamente barato y extendido (o al menos creciente) en las regiones económicamente desarrolladas del planeta. Esto se ha traducido en nuevos sectores colaborativos de producción de software, vídeo, música, información, datos, investigación académica, entre muchos otros recursos intangibles. Un informe muy significativo elaborado por una de las principales asociaciones comerciales de tecnología de la información estadounidenses ((Computer and Communications Industry Association, “Economic Contribution of Industries Relying on Fair Use,” 2010, disponible en .pdf aquí. Resúmen en este enlace.)) estimó que en 2010 una sexta parte de la actividad económica de los EE.UU. dependía del conocimiento, el código y el diseño compartidos, una realidad similar a la de otras «economías desarrolladas» así como a la del Sur Global.

Mientras muchas expertas en movimientos abiertos y libres se congratulan por el surgimiento de esta economía colaborativa, que permite que grandes cantidades de conocimiento y cultura sean más accesibles de forma gratuita o a precios asequibles, el modelo con ánimo de lucro es el actor dominante que determina la evolución de este sector. Dicho de otro modo, la cooperación social se ha convertido en un nuevo «insumo» para el capital. Las empresas están invirtiendo activamente en plataformas colaborativas y distribuidas que fomentan la cooperación social porque saben que pueden convertir el valor social del usuario en un valor de cambio rentable que beneficie a las inversoras.

CAPITALISMO NETÁRQUICO versus PROCOMÚN GLOBAL

Figura 1. Fuente: Guerrilla Translation

Michael Bauwens, de la Fundación P2P, nos ofrece un gráfico ilustrativo (Figura 1) que representa los diferentes «sistemas de creación de valor» que las nuevas tecnologías en red han introducido en la economía del conocimiento, cambiando radicalmente los términos por los cuales se crea y se obtiene el valor. Bajo el capitalismo tradicional, que Bauwens llama «capitalismo cognitivo», el valor excedente se extrae de la propiedad intelectual que es controlada por las grandes empresas y vendida con grandes márgenes de beneficio. Sólo una quinta parte de la capitalización de las grandes empresas está constituida por activos materiales identificables, y el resto es fruto de algún tipo de especulación. Esto significa, dice Bawens, que hay mucho «valor perdido» que tiene dimensiones intangibles. Y gran parte de esto se debe claramente a la cooperación social que está involucrada en la creación de valor.

Las plataformas abiertas en red (open network platforms) de Internet han originado nuevas formas de generar valor, pero una de las más poderosas es lo que Bauwens llama «Capitalismo Netárquico». (El cuadrante superior izquierdo de Figura 1) Facebook es un buen ejemplo. Sus descomunales valores bursátiles provienen de la comunidad de usuarias, cuya autoorganización y participación crean un «capital de atención» que Facebook vende al mercado publicitario. «Vemos un crecimiento exponencial del valor de uso producido por las propias usuarias», dijo Bauwens, «pero la monetización es sólo a través de grandes plataformas propietarias como Facebook». Esto equivale a otra forma de explotación de los recursos comunes. El valor del crowdsourcing, por ejemplo, se ha estimado en 2 dólares por hora, muy por debajo del salario mínimo del trabajo convencional. «La gente es libre de contribuir», dijo Bauwens, «pero no hay democratización de los métodos de monetización».

Las alternativas basadas en el procomún ocupan el lado derecho de la tabla: Procomún Global y Comunidades de Resiliencia. Las comunidades resilientes (cuadrante inferior derecho) se centran principalmente en la relocalización de la producción y en el sustento de la comunidad local, tal y como se refleja en los movimientos de las Ecoaldeas o Ciudades en Transición (Transition Towns), el movimiento decrecentista y otros que ven en esta estrategia una forma de hacer frente a las probables perturbaciones y el desabastecimiento derivados del cambio climático y del Pico del Petróleo (Peak Oil). Se hace hincapié en la generación de valor comunitario, y no en las transformaciones políticas y sociales a mayor escala. «Una crítica genérica a este modelo», dijo Bauwens, «es que no genera contrapoder ni una contra-hegemonía, ya que la globalización del capital no se contrarresta ni se mantiene a raya mediante una fuerza contraria de la misma escala».

A su modo de ver, el cuadrante superior derecho, el enfoque del Procomún Global, ofrece la mejor perspectiva para desafiar las patologías del capitalismo (en cualquier aspecto) a escala global transnacional. En el Global Commons, la producción es distribuida y por ende promovida a nivel local, pero la microproducción está interconectada a través de la cooperación global en el diseño y mejora del aparato productivo. Aunque la producción pueda ser local, la organización social, política y económica es global y está orientada a crear una abundancia sostenible para todas.

ENCARANDO LAS PROBLEMÁTICAS DEL CAPITALISMO NETÁRQUICO Y DISTRIBUIDO

Mientras los capitalismos netárquico y distribuido lleven la delantera, la llamada «economía colaborativa» no dejará de acaparar lo que de otro modo podría evolucionar hacia una producción entre iguales basada en el procomún. Una cantidad relativamente pequeña de capital continuará aprovechándose de un inmenso universo de valor generado por las personas que cooperan en las plataformas abiertas. Una consecuencia potencial de esa evolución -que ya resulta evidente- es una crisis generalizada entre las personas con empleo precario que afecta a amplios sectores de la población («el precariado»). Desde 2008, esta precariedad ha ido afectando a un número creciente de población trabajadora tanto de la economía tradicional como de la economía de la información.

Por lo general, las personas que contribuyen a las plataformas abiertas no son autónomas desde el punto de vista social o económico, ni pueden ganarse la vida con sus aportaciones; continúan dependiendo del trabajo asalariado y de la explotación que de él se deriva. Al mismo tiempo, los nuevos modelos de negocios abiertos son aún más hipercompetitivos que las formas más clásicas del capitalismo privativo; tienden de forma natural a eclipsar las posibilidades de las cooperativas autogestionadas o procomunes.

Así, nos encontramos ante el escenario de plataformas abiertas que revitalizan las formas de cooperación, la solidaridad social y el autoabastecimiento, pero a través de plataformas corporativas centralizadas propiedad de accionistas que buscan su propio beneficio. Inevitablemente, cualquier preocupación por el bien común se subsume a los intereses privados. De manera similar, muchas cooperativas se han adaptado a las reglas de sus competidoras en la economía capitalista, buscando el lucro para sus propios miembros y la élite directiva, y utilizando los mismos métodos de gestión, financieros y económicos que sus contrapartes con fines de lucro. Algunas cooperativas incluso se han desmutualizado, alineándose de facto con el paradigma neoliberal. Con el paso del tiempo, las plataformas abiertas pueden producir esos mismos efectos, ya que los modelos con ánimo de lucro se convierten en los entornos de alojamiento e inversión por defecto para la cooperación social, y están alineados con los derechos de propiedad intelectual y el control tradicionales.

El cooperativismo abierto, o más genéricamente, una «economía ética abierta», propone romper este patrón insidioso ideando un nuevo tipo de sector de mercado cooperativo. Buscaría una economía en la que los actores principales sean emprendedoras cooperativas que coproducen bienes comunes y avanzan en sus objetivos a través de coaliciones empresariales éticas o de un nuevo tipo de sector de mercado compuesto por empresas de orientación colectiva. Una herramienta para avanzar hacia esa visión, por ejemplo, es un nuevo conjunto de «licencias de reciprocidad basadas en los bienes comunes» que permitirían que el valor de cambio permaneciera más fácilmente dentro de la esfera del procomún y las comuneras (commoners). Las participantes en el taller identificaron otras cuatro áreas clave en las que la solidaridad social y la construcción de procomún podrían catalizar un cambio transformador:

  • El potencial de las cooperativas de múltiples interesadas (o «cooperativas sociales y solidarias»);
  • Nuevas estrategias para la implementación de fondos de tierras comunitarias, vivienda cooperativa y monedas mutualistas;
  • Nuevas sinergias entre las plataformas de redes abiertas (crowdfunding, crowdsourcing de conocimiento, gobernanza a través de plataformas en línea) y las estructuras cooperativas familiares; y
  • Alianzas de colaboración entre los gobiernos de las ciudades y pueblos yla ciudadanía -alianzas público-sociales- para co-desarrollar recursos comunes con el fin de satisfacer las necesidades básicas y proteger la riqueza común;

Para entender las oportunidades estratégicas que ofrecen estas ideas, conviene comprender la historia reciente de los cambios sociales que las inspiran.

PRECEDENTES HISTÓRICOS DEL COOPERATIVISMO ABIERTO

La década de los 90 fue testigo de una fuerte expansión de un nuevo y creciente movimiento de cooperativas solidarias, especialmente en Italia, Japón y Quebec. Históricamente, la mayoría de las cooperativas han sido formas de democracia económica de una sola copartícipe ((N.T.: Stakeholder en Wikipedia.)) basadas en la propiedad de los medios de producción, intercambio y distribución por parte de las consumidoras, trabajadoras o agricultoras. Si bien la idea de unir a consumidoras y productoras en una sola cooperativa no era desconocida, era extremadamente inusual. En el siglo XXI, sin embargo, esta dinámica tradicional está cambiando de manera fascinante. Tal y como apuntaba Margie Mendell, hoy en día, a medida que las prácticas de la economía social y solidaria se han convertido en la práctica normalizada en Quebec, la mayoría de las nuevas cooperativas se están registrando como cooperativas de múltiples partes interesadas.

El dinamismo innovador de estos modelos comenzó hace cincuenta años en Asia y Europa.  En 1965, un pequeño grupo de mujeres de Tokio, preocupadas por el uso de pesticidas, formó un conjunto de cooperativas de producción y consumo de alimentos sumamente innovadoras, las cooperativas Seikatsu. Estos proyectos se convirtieron en pioneros en el ámbito de la agricultura comunitaria y hoy en día representan la mayor red cooperativa de múltiples partes interesadas orientada a la producción local de alimentos orgánicos. El movimiento Seikatsu reúne a más de 300.000 miembros consumidores y agricultores.

En otro sector económico, a comienzos de 1963 en Brescia (norte de Italia), las familias de las usuarias de los servicios de asistencia social que trabajaban con las cuidadoras unieron sus fuerzas para promover colaborativamente cooperativas solidarias. Conocidas ahora como cooperativas de trabajo social (o sociales) y con presencia generalizada en toda la economía, estas cooperativas italianas de múltiples partes interesadas prestan servicios de asistencia social, asistencia sanitaria y educación. También están desarrollando nuevas fórmulas de empleo para las personas con discapacidad, las que salen de la cárcel y otros grupos marginados. Las cooperativas sociales se han extendido a todas las regiones de Italia y hoy en día son más de 14.000. Ofrecen más de 360.000 empleos remunerados y más de 40.000 oportunidades de trabajo para las voluntarias.

En Italia, las alianzas entre municipios y cooperativas de múltiples partes interesadas – impulsadas por una ley de 1991 que les otorgó incentivos fiscales – han ayudado a crecer a un nuevo sector de la economía fundamentos no se encuentran ni en el mercado ni en el estado. Un aspecto importante de este nuevo paradigma es la colectivización y centralización de los principales servicios básicos (administración, personal, contabilidad, etc.) para potenciar a las pequeñas empresas de la economía social. En cierto sentido, regulariza la gobernanza para la co-custodia de los espacios comunes y se aleja de los rígidos métodos burocráticos que cada vez funcionan peor.

Aprendiendo de las cooperativas de trabajo social italianas, durante la década de 1980 las cooperativas Seikatsu ampliaron su sistema de múltiples partes interesadas para ser pioneras en el desarrollo de cooperativas de asistencia social que unen a usuarias de los servicios y socias trabajadoras en el co-diseño y la prestación de servicios. Hoy en día, las cooperativas Seikatsu ofrecen tanto servicios de cuidado de la gente como de la Tierra proporcionando medios de subsistencia, satisfaciendo las necesidades sociales básicas y tratando a todos los seres vivos como una mancomunidad preciada.

El éxito de las cooperativas de trabajo social italianas – impulsado por la ley nacional de 1991 – ha expandido el movimiento. Hoy en día existen movimientos cooperativos de múltiples partes interesadas en Quebec (Canadá) y en un gran número de países de Europa incluyendo Francia, España, Polonia, Hungría, Finlandia, Grecia y más recientemente, Gales.

Los crecientes niveles de deuda pública y la crisis fiscal generalizada del Estado en Europa han aumentado los niveles de privatización de recursos por parte del sector público y han conducido a un aumento de la apropiación de tierras, especialmente en Grecia, España, Irlanda y Portugal. En el Reino Unido, por ejemplo, se están vendiendo activos públicos para recaudar ingresos y luego se vuelven a arrendar al sector privado. Mientras tanto, a la comunidad local se están ofreciendo recursos poco atractivos con poco o ningún valor económico o de alto riesgo. Paralelamente, en Europa existe una crisis inmobiliaria generalizada, con un aumento vertiginoso de los precios de alquileres y viviendas en muchas de las principales ciudades, resultando demasiado caras para que la gente común las pueda comprar. ((Véase, por ejemplo, el libro «Jilted Generation: How Britain Has Bankrupted Its Youth», por Ed Howker y Shiv Malik (Icon Books, 2010).))

Las soluciones del procomún suelen ofrecer a todas las partes implicadas de la comunidad oportunidades prácticas para una administración y gobernanza más directas de la tierra, los bienes públicos y otros recursos importantes para las necesidades cotidianas y con fines no comerciales. En su emblemático libro Governing the Commons (1990), Elinor Ostrom describió caso por caso las prácticas resilientes procomunes en todos los continentes, desde la gestión de la pesca en Filipinas a las extractoras de caucho en el Amazonas, pasando por las habitantes de las aldeas suizas que desde el siglo XIII administran sus prados, ríos y bosques alpinos, hasta la custodia de los recursos hídricos que existe en España desde hace siglos.

Como ha demostrado Ostrom, la diferencia clave entre un «recurso de uso común» sin gobernanza y un procomún resiliente radica en la custodia comunitaria que co-administra el recurso con normas éticas que erradican a quienes se aprovechan de él, a irresponsables y vándalos ((Elinor Ostrom, “Governing the Commons: The Evolution of Institutions for Collective Action”. (Cambridge University Press, 1990). Puedes ojear la página en castellano de Wikipedia)). Según podemos leer en varios libros recientes ((David Bollier “Think Like a Commoner” (New Society Publishers, 2014); David Bollier y Silke Helfrich, “The Wealth of the Commons: A World Beyond Market and State” (Levellers Press, 2012), disponibles aquí.)) existen muestras evidentes de la emergencia de una incipiente economía del procomún que engloba desde el software de código abierto (Linux, LibreOffice y miles de programas más) al intercambio de semillas en la India; desde el Parque de la Papa Peruano que protege 500 especies de patata genéticamente valiosas hasta la «economía de regalo» de la empresa estadounidense CouchSurfing que ofrece hospedaje gratuito a unos cinco millones de viajeros en 97.000 ciudades y pueblos de todo el mundo. Estos ejemplos demuestran que, ya hablemos de recursos naturales o digitales, los principios de la gobernanza basada en el procomún pueden funcionar con éxito. ((Charlotte Hess y Elinor Ostrom, “Understanding Knowledge as a Commons: From Theory to Practice” (MIT Press, 2007).))

¿NUEVAS SINERGIAS ENTRE LOS MODELOS COOPERATIVOS MANCOMUNADOS Y LOS COMUNES DIGITALES?

Ahora que el movimiento procomún y los sectores de producción entre iguales están comenzando a moverse más allá de los espacios virtuales para asumir la producción física real y organizar nuevos modelos de comportamiento social («comunalización”) ((N.T.: Commoning en inglés. Traducción alternativa: mutualización.)), es más fácil ver que el prejuicio mental de separar la producción virtual y digital de la producción más convencional, los mercados y la organización social es erróneo. La separación entre ambos espacios se está difuminando, lo que justifica un análisis más realista de las sinergias potenciales entre estos dos ámbitos. Los comunes digitales harían bien en tener presentes los aprendizajes derivados de la experiencia de la mancomunidad cooperativista, y la economía cooperativa y solidaria debería considerar cómo las redes digitales, la información y las comunicaciones juegan un papel en la creación de valor, especialmente en un contexto social. Quizás la «información social» constituye una cuarta forma de «capital ficticio» ((N.T.: Capital en forma de títulos de valor que genera ingresos a quién los posee. Término usado por Marx en el tomo III de El Capital. Concepto relacionado también con la crisis del capitalismo financiero y los fenómenos especulativos. En este contexto sugiere la idea de títulos de valor a modo de crédito mutuo o activos intangibles.)) que debe añadirse a la tríada de tierra, trabajo y capital de Polanyi. Y tal vez haya incluso un quinto elemento, la idea del Buen Vivir ((N.T.: Idea del “Buen Vivir”. Sumak kawsay, en la Wikipedia.)) y las relaciones sociales -también elementos cruciales de la creación de valor- que el capital está tratando de mercantilizar.

Existen tres campos de acción en el mundo de la mancomunidad cooperativa que merecen atención y estudio específicos: el movimiento de fideicomiso de tierras comunitarias; los esfuerzos de los movimientos de la economía cooperativa y solidaria para afrontar la precariedad, como el movimiento Chantier en Quebec; y los modelos financieros basados en el crédito mutuo y las monedas cooperativas. Aunque los vínculos entre estos esfuerzos y el procomún digital no están del todo desarrollados, es fácil imaginar que las plataformas digitales ayuden a coordinar y ampliar la participación en estos proyectos. También se pueden imaginar redes digitales que mejoren el impacto social, la organización política y la gestión eficaz en estas áreas.

EL MOVIMIENTO DE FIDEICOMISO DE TIERRAS COMUNITARIAS

Al igual que las cooperativas de múltiples partes interesadas y los nuevos procomunes digitales, el movimiento de fideicomiso de tierras comunitarias -que trabaja en la valiosa tradición de las prácticas de la Mancomunidad cooperativa- tiene mucho que aportar a quienes se inician en el campo de la economía del procomún. Las enseñanzas más importantes del movimiento abarcan las maneras en que se puede aprender a poner en práctica con éxito ideas y principios comunes clave.

El valor de la tierra suele representar entre el 25% y el 75% de los precios de las viviendas, así que si puedes retirar la tierra del mercado y ponerla a disposición a través de otros medios, puedes reducir drásticamente los precios de las viviendas y mantenerlas permanentemente asequibles. Eso es lo que hacen los Community Land Trust (CLT). ((N.T.: Community Land Trust, (CLT) en inglés, según la Wikipedia. Podríamos traducirlo como Fiedeicomisos de Tierras Comunitarias, Banco de Tierras Comunales o Mancomunadas. El concepto va más allá de la tierra en sí. En los Estados Unidos se les ha llamado también Fideicomiso de Tierra de Vivienda Asequible o Fideicomiso de Tierra de Vecindario. A continuación usaremos el acrónimo CLT de la lengua original.)) Los fideicomisos de tierras comunitarias mantienen viviendas asequibles a perpetuidad al retirar la tierra del mercado y ponerla bajo propiedad y control democráticos. La gestión de la tierra se realiza a través de un fideicomiso gobernado por las copartícipes de la sociedad civil.

En su último libro, Where Do We Go From Here: Chaos or Community, el Dr. Martin Luther King propuso en 1967 un conjunto de soluciones cooperativas basadas en el fideicomiso social y económico de la tierra y otros activos. Para seguir esta estrategia, después de la muerte del Dr. King, Bob Swann y Slater King (primo del Dr. King) constituyeron en 1969 uno de los primeros CLT’s de EE.UU., New Communities Inc., en una superficie de 2023 hectáreas de tierra en Leesburg, Georgia. Sin embargo, el desarrollo del CLT avanzó lentamente, hasta que las innovaciones en Nueva Inglaterra ayudaron a mostrar el camino a seguir.

Un CLT en Burlington, Vermont, dirigido por el entonces alcalde Bernie Sanders fue el pionero. Ahora conocido como Champlain Housing Trust Vermont, fue fundado como Burlington Community Land Trust en 1984, tras los recortes en los programas federales para financiar viviendas asequibles. En lugar de seguir la estrategia convencional de utilizar sólo ayudas o subvenciones para la edificación de viviendas, que intentarían (y en última instancia fracasarían) afrontar la subida del precio de la tierra, el CLT trabaja sacando la tierra del mercado y manteniéndola en fideicomiso. ((Mike Lewis y Pat Conaty, “The Resilience Imperative: Co-operative Transitions to a Steady-State Economy”. (New Society Publishers, 2012), páginas 87 a 95.)) Para su éxito fue crucial una alianza público-social que se estableció entre los grupos comunitarios y el ayuntamiento. Para constituir el CLT, la ciudad proporcionó un subsidio de ingresos básicos y una línea de crédito adicional de 1 millón de dólares del fondo de pensiones de las empleadas municipales.

El CLT ha ido creciendo y ahora administra más de 2.000 viviendas asequibles, incluyendo copropiedades y apartamentos de alquiler. El CLT también ofrece en su terreno 81 viviendas adicionales de capital limitado proporcionadas por cinco cooperativas de vivienda. Además, el CLT ha co-desarrollado un centro de día para ancianos, una guardería, un espacio de oficinas para empresas sociales y organizaciones sin ánimo de lucro, un local para la cooperativa de crédito de desarrollo comunitario de la región y un complejo de viviendas y espacios de trabajo para los pequeños negocios locales.

Desde el año 2000, las alianzas apoyadas por los municipios son las responsables del trabajo más innovador del ámbito CLT en los Estados Unidos, lo que ha dado lugar a un nuevo modelo de alianza Ciudad-CLT. Un número creciente de ciudades, incluyendo Chicago, Albuquerque, Irvine (California), Portland (Oregón) y Syracuse (Nueva York) están apoyando los CLT establecidos, abriendo otros nuevos y fomentando activamente su desarrollo. El plan de ordenación urbanística de Irvine prevé la construcción de 5.000 viviendas «permanentemente asequibles» en una base militar abandonada de 1.900 hectáreas.

Este nuevo respaldo es fruto de la capacidad demostrada de los CLT para utilizar tierras bonificadas y otros subsidios gubernamentales para preservar la asequibilidad de la vivienda a pesar del aumento de los mercados inmobiliarios. Durante 30 años no se han perdido ni terrenos ni viviendas de la cartera del CLT en Burlington. Los CLT también tienen experiencia en evitar embargos por deudas e hipotecas cuando los mercados se contraen. Así, los CLTs son vehículos poderosos para la administración de la tierra y la vivienda, especialmente cuando se trabaja mano a mano con el personal municipal y con el apoyo de los representantes políticos locales.

Las alianzas Ciudad-CLT están ganando un mayor reconocimiento como un medio sólido para prevenir la desaparición de viviendas (y otros bienes comunitarios) asequibles mediante inversiones municipales y de desarrollo comunitario pensadas para proteger los recursos. Actualmente hay más de 250 CLT’s en los EE.UU. y alrededor de 50 implantados y más de 100 en proyecto en el Reino Unido. El modelo se está desarrollando en Canadá y Bélgica, y está despertando interés en Francia y Portugal. Los CLT’s son atractivos porque son modelos flexibles para una amplia variedad de desarrollos de recursos comunes urbanos; se han implementado no sólo para la vivienda, sino también para la creación de espacios de trabajo, instalaciones para la generación de energía de propiedad comunitaria y nuevas formas de agricultura urbana y huertos comunitarios.

En los últimos años han florecido en el Reino Unido nuevas formas de propiedad comunitaria (fundaciones y empresas benéficas, compañías de interés comunitario, mutualidades sociales) en respuesta a los recortes derivados de las medidas de austeridad que han provocado el cierre de bibliotecas, hospitales y otras instalaciones públicas, así como el cierre de negocios locales a raíz de la apertura de centros comerciales que se construyen en las inmediaciones de las ciudades. Los movimientos populares de base están recaudando cada vez más fondos de inversión comunitarios mediante participaciones públicas; las inversiones se están utilizando para salvar del cierre a bares locales y para financiar la energía renovable de propiedad comunal. Incluso varios clubes de fútbol locales se han reactivado gracias a las exitosas campañas de propiedad comunitaria. Estos éxitos están alimentando grandes expectativas. Como ejemplo, 3.500 inversoras comunitarios han movilizado capital local para reconstruir el muelle Hastings en East Sussex, Inglaterra, después de un incendio que lo amenazó con su demolición. Se ha constituido una asociación cooperativa en Dover, Inglaterra, con el objetivo de utilizar un CLT para la compra comunitaria de uno de los puertos de transbordadores más grandes de Europa. La comunidad emergente y las cooperativas comparten problemáticas y las buenas prácticas son respaldadas por las Cooperativas del Reino Unido, la administración pública municipal y la Fundación Plunkett. Este éxito encuentra eco en el movimiento de los procomunes urbanos que crece en Italia desde Nápoles pasando por Roma y Bolonia. El modelo de buenas prácticas del Reino Unido para las intervenciones comunitarias ha sido replicado en el oeste de Canadá, en Alberta, a través de un creciente movimiento de liberación de capital local.

Las luchas ciudadanas de la década de 1990 para conseguir ejecutar la compra comunitaria de muchas zonas rurales de las Hébridas inspiraron el desarrollo de los CLT en todo el Reino Unido. Empezando por Escocia, la legislación británica ha otorgado a las comunidades el derecho de comprar o hacerse cargo de recursos comunes esenciales, un avance que ha demostrado ser menos eficaz de lo que podría, porque no es factible que las comunidades ejerzan muchos de los derechos adquiridos. Pero contra todo pronóstico, las soluciones lideradas comunitariamente han desarrollado algunos precedentes clave y pueden ser mejoradas a través de estrategias comunes y formas abiertas de cooperativismo. Los mecanismos de rescate y transformación de las bibliotecas públicas, por ejemplo, podrían ofrecer vías estratégicas para desarrollar los recursos digitales y ayudar a que surjan «recursos comunes de conocimiento y experiencia» y otras formas de comunalización muy diversas. El cooperativismo abierto ofrece a la gente la posibilidad de aprender sobre las buenas prácticas que están surgiendo en varios países para promover soluciones basadas en el procomún usando herramientas cooperativas.

Mientras los CLT más grandes están comenzando a aparecer, la experiencia de Letchworth Garden City es un precedente clave. Esta ciudad fue fundada en 1903, tras la adquisición de más de 2.000 hectáreas de tierra situadas al norte de Londres por 50 años y a precios de tierras de cultivo. Está construida en terrenos de propiedad cooperativa de las residentes de la ciudad. Todos los servicios públicos fueron de titularidad municipal hasta 1945, y estos ingresos y los alquileres económicos pagados por los negocios locales hicieron de Letchworth una ciudad económicamente resiliente. Aunque los servicios públicos y gran parte de la vivienda se desmutualizaron después de 1979, la Letchworth City Heritage Foundation sigue siendo propietaria de la mayor parte de los terrenos de uso comercial de la ciudad y utiliza los beneficios de este patrimonio para seguir reinvirtiendo en pro del bien común y financiando los servicios comunitarios.

En otros países donde los servicios públicos municipales no fueron privatizados, como en el Reino Unido, las alianzas cooperativas y municipales han desempeñado un papel protagónico en el desarrollo de soluciones de economía verde. En Dinamarca, las productoras cooperativistas de energía eólica se han asociado ingeniosamente con las localidades para descentralizar los servicios de energía y co-desarrollar micro-redes verdes. El sistema energético de Copenhague está gestionado conjuntamente por una empresa municipal de energía y 21 cooperativas energéticas de distrito. Berlín ha votado recientemente a favor de la recomunalización de la red energética de la ciudad. En toda Alemania, y cada vez más, las soluciones de energía verde están siendo impulsadas a través delas casi 1.000 cooperativas que están introduciendo tecnologías de energías renovables. Las financiaciones sociales suelen provenir de una combinación de paquetes financieros de los bancos de ahorro municipales, las Cajas de Ahorro Cooperativas regionales y el KfW, un banco público de desarrollo único que proporciona «dinero barato» para apoyar las soluciones de energía verde.

ESTRATEGIAS DE LA MANCOMUNIDAD COOPERATIVA PARA AFRONTAR LA PRECARIEDAD

Desde Grecia hasta España, a lo largo de toda Europa y muchas otras economías desarrolladas, la combinación de las políticas de austeridad y los costes del envejecimiento de la población está destruyendo, por un lado, el Estado del bienestar y, por otro, está dando lugar a la generalización de modalidades de contratación inseguras, como las ofertas de trabajo en el sector público. El trabajo precario, antaño marginal en la mayoría de los países, desde 2008 ha pasado a ser la modalidad laboral principal del siglo XXI, en un momento en el que la gente está luchando por la supervivencia. Desde 2010, en el Reino Unido cuatro de cada diez nuevos puestos de trabajo están siendo creados por trabajadores autónomos. La gran mayoría de estos empleos se sitúan en niveles de pobreza en términos de ingresos. Mientras, algunos antiguos trabajadores del sector público han puesto en marcha nuevos negocios, startups privadas sin estructuras legales democráticas y cooperativas, basadas en los tradicionales modelos capitalistas de capital-riesgo que dejan fuera a la mayoría de las personas que trabajan, sin mostrar el más mínimo esfuerzo por la equidad.

Margie Mendell nos habló de la construcción de una estructura / coalición alternativa en Quebec, el Chantier de l’economie sociale ((Puedes visitar la web de Chantier de l’economie sociale aquí)) y de cómo comenzó a impulsar avances en las políticas públicas de la región, lo que a su vez cambió el discurso político quebequense. Reintrodujo al ámbito social en debates que antes se consideraban asuntos de mercado y de Estado; demostró que la iniciativa colectiva podía ser eficiente y «rentable» en todos los sectores, cumpliendo con los objetivos sociales y medioambientales y contribuyendo al bienestar general: en esencia, reconciliando lo social con lo económico. Desde sus comienzos en la década de 1980 en el suroeste de Montreal, el Chantier es hoy una vibrante «red de redes» de trabajo social solidario, cooperativas y nuevas formas de innovación. A partir de 1997 impulsaron las cooperativas solidarias de trabajo asociado ((N.T.: Cooperativa de Trabajo Asociado, en la Wikipedia.)), un logro que provino de la creación de la primera asociación laboral canadiense en reunir bajo una única alianza a los sectores público, privado, sindical y de la economía social.

El movimiento Chantier es una «red de redes» que incluye a las productoras de bienes y servicios, a los movimientos sociales como trabajadoras y ambientalistas, y a agentes de desarrollo. Como tal, el movimiento Chantier ha sido capaz de movilizar capital en forma de fondos de pensiones de solidaridad laboral de capital privado y público. Las medidas de las empresas sociales se han adoptado en los ámbitos de la vivienda, el cuidado de la infancia, la atención prenatal, la atención domiciliaria, la formación profesional, la radiodifusión comunitaria y el reciclaje, por citar sólo algunos ejemplos. Los nuevos sectores – TIC, turismo social y ecológico, y cultura – también forman parte de la economía social en Quebec.

El tema recurrente en todos esos ámbitos ha sido la búsqueda y el despliegue de vías de solidaridad social. Esto significa ir más allá de las campañas basadas en proyectos y desarrollar una perspectiva más holística e integrada. El enfoque sistémico como el de Chantier, que inicialmente sirvió como respuesta a la desindustrialización, está atendiendo cada vez más y mejor a las aspiraciones sociales y las necesidades insatisfechas, atrayendo a la juventud comprometida con una economía construida sobre la base de la solidaridad.

También en Quebec podemos ver la importancia crucial de las alianzas estratégicas público-sociales. La actividad económica generada por la Economía Social y Solidaria representa actualmente entre el 8 y el 10% del PIB del territorio, incluye 8.000 empresas sociales y cooperativas, y proporciona 250.000 puestos de trabajo. El éxito del movimiento Chantier en una provincia de Canadá tiene similitudes notables con el del milagro de la economía cooperativa más ampliamente divulgado de Emilia-Romagna, la región del norte de Italia que incluye Bolonia. La presencia de 13.000 cooperativas en una sola provincia representa la mayor densidad regional de cooperativas en Europa, por no decir en todo el mundo. Aunque los FabLabs ((N.T.: Un Fab lab (acrónimo del inglés Fabrication Laboratory) es un taller de fabricación digital de uso personal, es decir, un espacio de producción de objetos físicos a escala personal o local que agrupa máquinas controladas por ordenadores. Su particularidad reside en su tamaño y en su fuerte vinculación con la sociedad más que con la industria.)) de la economía digital actual provienen directamente del ámbito académico y en particular del M.I.T., pueden vincular sus raíces conceptuales a las innovaciones organizativas y de gobernanza de las cooperativas que se iniciaron hace décadas tanto en Montreal como en Bolonia. El éxito de los métodos de la economía social y solidaria ha sido reconocido recientemente por un informe de la ONU publicado por UNRISD. ((N.T.: Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD, en inglés).)) El informe reúne los resultados de 70 trabajos de investigación y también documenta el papel clave del Estado en la construcción conjunta de las políticas públicas con los actores de la economía social, incluidas las cooperativas, las empresas sociales y los sindicatos. ((Social and Solidarity Economy: Is There a New Economy in the Making?. Autoras: Peter Utting, Nadine van Dijk, Marie-Adélaïde Matheï. Puedes leerlo en inglés, aquí.))

Existe una considerable cantidad de material disponible que documenta formas efectivas de organizar al precariado a través de sistemas de economía cooperativa y de economía social y solidaria. En algunos países como los Países Bajos, el sindicalismo está apoyando estas innovaciones y desplegando sindicatos ya sean generales o especializados para trabajadoras y comerciantes autónomas. Dado que muchas de las desempleadas son antiguos miembros de sindicatos de los sectores público y privado, hay un amplio margen para alentar a más organizaciones sindicales a hacer lo mismo. Co-operatives UK ((N.T.: Puedes visitar su web aquí)) está a punto de comenzar un proyecto para evaluar cómo se pueden combinar e integrar las soluciones mutualistas y sindicales para las trabajadoras por cuenta propia.

Kevin Flanagan, de la Fundación P2P, sugirió que es necesario prestar una atención especial a ayudar al precariado a obtener acceso a un espacio de trabajo asequible, vivienda, servicios financieros y capital cooperativo, algo que la red Edgeryders ((N.T.: Foro de Edgeryders)) ha denominado #hackcare. ((Puedes en este hilo y en este. Necesitarás crear cuenta de usuaria en el foro)) Sería especialmente útil prestar asistencia a través de métodos basados en el procomún, por ejemplo, mediante el intercambio de conocimientos y herramientas de apoyo. Sin embargo, esto plantea un desafío, ya que el precariado no suele tener experiencia en la puesta en marcha y gestión de negocios eficientes, y mucho menos en la gestión de empresas cooperativas.

Las experiencias del movimiento Chantier, el movimiento cooperativo italiano y los fideicomisos de tierras comunitarias responden a estos desafíos. En vista de los esfuerzos similares realizados en Grecia para desarrollar soluciones de producción entre iguales basadas en el procomún frente a la austeridad del Estado, existe un margen considerable para desarrollar soluciones cooperativas y procomunes innovadoras. De igual manera, las innovaciones creativas de la Cooperativa Integral Catalana (CIC) ((N.T.: Web de la CIC)) también apuntan a la rica diversidad de procomunes y soluciones cooperativas que podrían ser emulados. Sofía Cardona apuntó que «el problema siempre es el dinero». Kate Swade de Shared Assets respondió que «el dinero puede ser diferente. Los sistemas financieros no son como el clima; podemos reconstruir el sistema monetario. ¡Esta es una gran idea!».

REVITALIZANDO EL CAPITAL COOPERATIVO Y EL CRÉDITO MUTUO

Pat Conaty enfatizó que es importante recuperar los modelos financieros basados en el crédito mutuo y las monedas cooperativas. Estos fueron impulsados por la primera ola de activistas del movimiento cooperativo. Entre ellos figuraban las primeras mutualidades de crédito inmobiliario de Gran Bretaña; las cooperativas de Josiah Warren en la década de 1830; y el «banco popular» de Proudhon, una iniciativa infructuosa para sustituir al Banco Privado de Francia en 1848, pero cuyas ideas sobre la banca mutualista influyeron en las propuestas de la banca pública de los populistas de los Estados Unidos de América en la década de 1890, y posteriormente en el desarrollo de la misma después de la Primera Guerra Mundial.

Los primeros préstamos mutualistas estaban libres de intereses. Por ejemplo, el préstamo entre iguales sin intereses para la construcción de viviendas fue en su día la norma en Gran Bretaña. De hecho, se mantuvo durante más de un siglo a partir de 1775, cuando se constituyó en Birmingham la primera Sociedad de Préstamo Inmobiliario. ((N.T.: Traducción de Terminating building societies, en Wikipedia.)) En la década de 1870 había más de 900 entidades crediticias que negociaban sin intereses; casi todas las ciudades tenían una. Las mismas sociedades Starr-Bowkett fueron también organizaciones populares de préstamos sin intereses, que operaron ampliamente en Inglaterra desde la década de 1840 hasta la de 1890. La mayoría de estas prácticas han sido olvidadas, pero han dejado en su estela una serie de modelos cooperativos exitosos que operan al margen del sistema. ((Pat Conaty (2014) “Co-operative Commonwealth,” estudio presentado en la 13ª edición de la International Karl Polanyi Conference de la Concordia University. Montreal, 6-8 de noviembre de 2014.))

A principios del siglo XX se prohibieron en el Reino Unido las nuevas empresas que ofrecían préstamos sin intereses, pero muchas de las sociedades más antiguas siguen existiendo en otros lugares del mundo. Entre ellas se encuentran los exitosos bancos cooperativos JAK en Suecia y Dinamarca, y CoopHab en Brasil, que ofrece hipotecas sin intereses para una amplia gama de viviendas cooperativas. The Fund for Humanity, la filial de préstamos comunitarios de Habitat for Humanity, ha financiado más de 500.000 viviendas mediante préstamos sin intereses a grupos comunitarios de autoconstrucción de viviendas desde la década de 1970. El desarrollo de la banca JAK en la década de 1930 inspiró el desarrollo de la moneda cooperativa WIR en Suiza. Se trata del mayor sistema mutualista de préstamos del mundo, con más de 65.000 miembros y la participación de una de cada cuatro empresas suizas.

Inspirado en parte por estos precedentes cooperativos, ahora existe un nivel de experimentación e innovación sin precedentes en lo que se refiere al lanzamiento de nuevos tipos de monedas complementarias y digitales. El auge de Bitcoin es particularmente significativo como tecnología digital porque su software de libro mayor de cadena de bloques (block-chain ledger) es un sistema distribuido, peer-to-peer (de punto a punto) para asegurar la integridad de la moneda, sin la participación del gobierno o de los bancos. Sus protocolos de código abierto están ampliamente disponibles, lo que ha contribuido a fomentar la confianza en la seguridad y el rendimiento del sistema. Se han planteado preocupaciones legítimas sobre la especulación financiera, el ethos libertario y el uso ecológicamente derrochador de la electricidad asociada a Bitcoin. Pero eso no impide que la tecnología de libro mayor de cadena de bloques que yace en el corazón de Bitcoin sea un avance criptográfico fundamental que demuestra que es posible que personas que non se conocen intercambien dinero o activos sin la necesidad de una confianza previa. ((Para más info, ver John H. Clippinger y David Bollier, “From Bitcoin to Burning Man and Beyond: The Quest for Identity and Autonomy in a Digital Society” (Off the Common Books, 2014). Especialmente, los capítulos 6 y 7: Irving Wladawsky-Berger, “The Internet of Money,” pp. 64-72; Bernard Lietaer, “Why Complementary Currencies are Necessary to Financial Stability,” pp. 73-91.)) Así, independientemente del futuro de Bitcoin, esta innovación en el ámbito del software abre nuevas oportunidades de colaboración en red sin la necesidad de terceras garantes como los bancos tradicionales y los organismos gubernamentales.

Esto tiene implicaciones obvias para las cooperativas y los procomunes que desean aprovechar y proteger la plusvalía que crean sus cooperadoras/comunes. Una nueva moneda digital puede ahora convertirse en el vehículo para que una comunidad auto-organizada cuantifique e intercambie valor entre sus miembros. Ni siquiera necesita infringir las leyes monetarias nacionales que protegen las monedas fiduciarias, en la medida en que la moneda digital representa una forma de «intercambio de activos digitales» protegida por la ley de contratos.

Uno de los experimentos más ambiciosos para construir una moneda cooperativa es FairCoin ((N.T.: La web de Faircoin)), que fue lanzada en octubre de 2014 por FairCoop ((N.T.: La web de Faircoop)), un proyecto asociado a la Cooperativa Integral Catalana (CIC). FairCoin ha sido ideada para adaptar la tecnología de la cadena de bloques de Bitcoin a un diseño más constructivo desde el punto de vista social. Faircoin depende menos del «minado» (mining, en inglés) de monedas nuevas, que de la «acuñación» (minting, en inglés) de las mismas de una manera más ecológicamente responsable y equitativa. Acertadamente, la CIC plantea que el sistema monetario y los bancos privados levantan barreras insuperables para reducir la desigualdad y asegurar el trabajo productivo y la riqueza para todas. La única alternativa «realista» a las monedas fiduciarias y a las divisas existentes es inventar un nuevo sistema monetario. Recientemente, una carta abierta del equipo de FairCoop explicaba:

«Necesitamos crear un nuevo sistema económico descentralizado: un metasistema para apoyar, alimentar y conectar múltiples sistemas autónomos construidos de manera distribuida. Los mercados de divisas que comercian con criptomonedas se han expandido rápidamente en los últimos dos años. Con el concepto de Sur Global, las comunidades pueden definirse y apoyarse unas a otras desde rincones remotos del mundo. Es hora de que la ciudadanía global en red se empodere como parte de un sistema económico justo, sin intermediarias, y cree el cambio que no se ha logrado desde arriba».

Sofía Cardona, activista de la CIC, explicó que las organizaciones «han hecho historia cooperando, por eso es tan importante seguir haciéndolo». Ahora con Internet es posible hacer historia más rápidamente.

Por supuesto, es demasiado pronto para saber si FairCoin tendrá éxito o se encontrará con dificultades insuperables. Pero la lógica que subyace a intentar diseñar tales monedas es aplastante, especialmente ahora que los nuevos desarrollos en la tecnología peer-to-peer hacen que estas innovaciones sean totalmente viables. Los beneficios para el procomún y el mundo cooperativo podrían ser enormes al permitir préstamos sin intereses e independencia de las finanzas convencionales.

Cabe señalar que la tecnología de cadenas de bloques ofrece aplicaciones significativas más allá de las monedas alternativas. La tecnología es realmente revolucionaria porque permite el intercambio confiable entre iguales sin terceros garantes, como un gobierno o los bancos. ((Puedes leer, p.ej., (en inglés). John H. Clippinger y David Bollier, “From Bitcoin to Burning Man and Beyond: The Quest for Identity and Autonomy in a Digital Society” (Amherst, MA:  Off the Common Books, 2014).)) Así, la tecnología de la cadena de bloques podría utilizarse para ayudar a que surjan multitud de nuevos tipos de procomunes. Por ejemplo, las propietarias de viviendas con sistemas de energía solar podrían generar electricidad y compartirla mutuamente como «procomunes solares» utilizando una red inteligente regional y transacciones similares a las de Bitcoin para hacer un seguimiento de la producción y el uso de electricidad de la gente. ((Puedes leer: Reed E. Hundt, Jeffrey Schub y Joseph R. Schottenfeld, “Green Coins: Using Digital Currency to Build the New Power Platform,” en Clippinger y Bollier, “From Bitcoin to Burning Man and Beyond” (2014).)) Este escenario de cambio tiene un gran potencial estratégico para reproducir radicalmente nuevos tipos de producción y gobierno basados en el procomún – y el movimiento cooperativo debería estar a la vanguardia en su adopción.

Margrit Kennedy, experta en monedas alternativas, apuntó que un promedio del 48% del costo de cualquier producto es deuda. Por eso, los «productos abiertos» desarrollados a través de la colaboración en plataformas abiertas son tan atractivos; señalaba Michel Bauwens: pueden obtener los mismos o mejores resultados que los productos convencionales por una octava parte del coste. Esto no sólo hace que la producción entre iguales sea altamente competitiva, sino también más atractiva socialmente que los métodos de producción convencionales. Desafortunadamente, la producción entre iguales no suele tener acceso a los mismos tipos de financiación y capital que las empresas capitalistas de propiedad convencional.

Esto hace aún más imperativo que la organización cooperativa tradicional explore las oportunidades disponibles a través de las monedas digitales. También debería explorar maneras más adecuadas de aprovechar el poder de los métodos de fabricación digitales y abiertos; de lo contrario, el capital explotará inevitablemente todas las ventajas de las plataformas abiertas, dejando a las personas sin mucho que hacer en lo tocante a su participación. Para Annemarie Naylor, Directora de Common Futures en el Reino Unido, las necesidades estratégicas más importantes con respecto a la financiación son tres: proporcionar un amplio acceso a la liquidez, compartir el riesgo y reunir capital para la inversión paciente. ((N.T.: El capital paciente es una 3ª vía para enfrentar los retos de la pobreza. Definen el capital paciente como la inversión, vía deuda o capital accionario, en una empresa social de etapa temprana. Su objetivo no es obtener altos retornos financieros, sino servir de puente entre el enfoque del mercado y la filantropía. Ver más))

¿Podría una convergencia entre el cooperativismo y la «economía abierta» desembocar en un sector cooperativo multifacético que generase un nuevo tipo de mercado ético y postcapitalista? Esa es la implicación evidente de los muchos precedentes e innovaciones que citamos aquí. Hay una gran esperanza en la expansión y el desarrollo de las cooperativas (solidarias) de múltiples partes interesadas , los fideicomisos de tierras comunitarias, los bancos públicos, las alianzas público-sociales, las estrategias de la mancomunidad cooperativa, las plataformas de redes abiertas para la producción entre iguales basada en el procomún, los nuevos sistemas de financiación y las monedas alternativas.

Existe una necesidad estratégica apremiante de explorar estrategias prácticas, modelos y colaboraciones, tanto en el seno de los procomunes como entre ellos y los movimientos cooperativos. Si bien los elementos filosóficos e históricos son elementos importantes de esta discusión, para avanzar también lo son los pasos políticos, pragmáticos y empíricos. Las mejores prácticas y los principios rectores de la economía social y solidaria ofrecen una base sólida a partir de la cual construir un rico y floreciente nuevo sector en forma de cooperativismo abierto.

HACIÉNDOLO REALIDAD

En base a los dos días de debate sobre las inspiraciones históricas y las oportunidades contemporáneas para el cooperativismo abierto, las participantes concluyeron el taller recomendando una agenda de metas y sugiriendo posibles medios para alcanzarlas. La meta principal es construir un movimiento más amplio basado en los principios del cooperativismo abierto, el cual, simplemente, es un movimiento que puede aprehender la historia, las innovaciones institucionales y los modelos financieros de las cooperativas y combinarlos con el poder de las redes abiertas, la ética del código abierto, los principios cooperativos y el compromiso con el bien común.

ESTRATEGIAS PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL MOVIMIENTO

La construcción de un nuevo movimiento basado en el cooperativismo abierto requiere encontrar maneras de levantar puentes entre el movimiento cooperativo y los sectores del procomún. Las participantes sugirieron una lista de aproximaciones conceptuales que podrían ser de ayuda:

  • Generar conciencia y un discurso compartido.
  • Elaborar una declaración de principios guía.
  • Iniciar nuevos diálogos y desarrollar una hoja de ruta compartida para la colaboración.
  • Promover nuevos procomunes como cooperativas.
  • Identificar soluciones cooperativas para el precariado, incluyendo sindicatos y fórmulas mutualistas para las trabajadoras autónomas que garanticen «economías de cooperación».
  • Expandir la custodia de los recursos comunes a través de «cooperativas para los recursos comunes».
  • Identificar soluciones con un común denominador mediante el «procomún para cooperativas», y
  • Tratar la tierra como una plataforma común para ciudades cooperativas y el «capital adventure» ((N.T.: El término de la fuente, «Adventure Capital» se entiende aquí como un juego de palabras con el término similar en inglés «Venture Capital», que significa Capital Riesgo. Podríamos traducirlo como «Capital de Aventura» o «aventurero».)) como una herramienta para desarrollar soluciones financieras amigables.

Las participantes también identificaron una lista de estrategias organizacionales a seguir:

  • Convocar encuentros para la construcción de movimientos, como conferencias, simposiums y talleres.
  • Organizar ferias para llegar a nuevas colaboradoras y al público en general.
  • Iniciar un foro permanente para organizar un diálogo creativo sobre el Cooperativismo Abierto.
  • Desarrollar un programa de investigación práctica sobre cuestiones clave.
  • Crear colaborativamente un conjunto de herramientas cooperativas para desarrolladoras.
  • Comenzar a desarrollar grupos de trabajo sobre temas de interés común.
  • Adoptar estrategias de «resistencia y construcción» (como La Vía Campesina).
  • Cultivar el ethos coopertivo, porque la cultura importa tanto como las formas legales.

En un intento de sintetizar el reto global que encaran los movimientos cooperativos y del procomún, David Bollier sugirió que es necesario que las cooperativas se percaten de la importancia de la adopción de nuevas formas digitales de organización y prácticas inspiradas por los ejemplos históricos, y los procomunes necesitan desenvolver nuevas estructuras organizativas, legales y financieras que puedan proteger sus recursos y comunidades, y construir alianzas más fructíferas con otros movimientos. Estos cambios genéricos y reorientaciones son necesarios para construir nuevas formas de poder político y sistemas auto-resilientes de producción y subsistencia que puedan abordar la precariedad con soluciones genuinas, superando el control político del duopolio Mercado/Estado. En último término, las nuevas formas organizacionales y un ethos abierto y cooperativo pueden generar valor de un modo descentralizado y transparente, y facilitar un empoderamiento verdaderamente democrático al margen del estado.

Pero, como advierte John Restakis, la visión del cooperativismo abierto debe trabajar coordinadamente en distintos niveles: “Es posible que haya una convergencia entre el procomún y el cooperativismo, pero incluso con las monedas digitales y la co-operación de recursos, ¿cambian las geometrías del poder y el paradigma cultural?. Si se va a materializar en un tipo de movimiento político concreto, entonces necesitaremos modelos y estructuras legales específicas para desenvolverlos. Será preciso identificar y promover ejemplos y determinar colaboradoras institucionales y aliadas.

Janis Loschmann, un alumno de postgrado que está estudiando el procomún en la Universidad de East Anglia, sugirió que un área clave de colaboración entre las cooperativas y los movimientos de los procomunes podría ser «una resistencia conjunta a la monetización y explotación del conocimiento, el trabajo y la naturaleza. Lo que es crucial afirmar es el valor del trabajo como trabajo reproductivo», con lo que se refería a «todo el valor del trabajo, tanto del trabajo útil no comercial como de lo que conocemos como trabajo comercial». El valor procomún reconoce la mayor importancia de los valores de uso».

TRES PRIORIDADES GENERALES PARA EL COOPERATIVISMO ABIERTO

1. Construir y expandir nuevos marcos legales, de gobernanza y de gestión.

La noción de cooperativismo abierto implica algunos cambios significativos en la forma en que conceptualizamos el valor de uso y el valor de cambio, y también en la creación de las estructuras legales, organizativas y sociales que permitan a las cooperadoras obtener ese valor. Afortunadamente, hay una rica historia en el movimiento cooperativo que ofrece una guía útil para enfrentar este desafío. Pero para que funcionen hoy en día las «viejas soluciones», necesitan ser redescubiertas y, en muchos casos, adaptadas a los entornos digitales. A su vez, muchos segmentos del mundo del procomún y de la «economía colaborativa» necesitan aprender de las soluciones del pasado que podrían abordar los engorrosos desafíos contemporáneos y ayudar a superar las dinámicas capitalistas depredadoras.

Las participantes mencionaron varias estrategias específicas para mejorar la legislación, la gobernanza y la gestión:

Regímenes políticos que apoyen el cooperativismo abierto. Por lo general, el Estado presta su apoyo legal y recursos para hacer avanzar el sector del mercado capitalista -inversionistas privados, corporaciones, mercados-, pero tiene un papel importante que desempeñar en el apoyo a los modelos cooperativos y de procomunes digitales. Muchos de estos regímenes políticos están vinculados a las finanzas y el capital, como se describe más adelante, y con la aprobación de formas organizacionales como cooperativas, huertos urbanos, bancos públicos, fideicomisos de tierras, y otras formas de mutualización.

Heike Löschmann, de la Fundación Heinrich Böll, se mostró de acuerdo en que la idea de un «Estado socio» podría ser de ayuda: «El acaparamiento de tierras está aumentando tanto en África como en Europa. Tenemos que encontrar formas de retirar del mercado tierras, gente y dinero. No podemos hacerlo sin el desarrollo de asociaciones público-sociales o público-comunitarias». Esto sería totalmente coherente con el artículo 14 de la Constitución alemana, que afirma que la propiedad privada tiene dos obligaciones sociales: no debe comprometer el bien público y debe servir al bien común. En su opinión, la Ley y las asociaciones público-sociales podrían desempeñar un papel clave a la hora de contrarrestar la propiedad privada extractiva.

Una prueba de fuego pertinente con respecto a la idea del Estado socio es si adoptará políticas públicas para apoyar las redes abiertas. Si bien las políticas de apoyo a la «neutralidad de la red» (Net Neutrality) siguen siendo muy discutidas, hay otras que también son necesarias, como las políticas de publicación de acceso abierto para la investigación científica financiada por el gobierno; ((Ver (en inglés) este post en The Guardian.)) leyes para permitir la creación de redes wifi mesh municipales; ((Sobre redes en malla, en la Wikipedia. También puedes leer, en inglés.)) y regímenes y recursos de «datos abiertos» que permitirían a los gobiernos locales y a otras entidades analizar Big Data de fuentes públicas para diseñar políticas y programas sociales útiles. ((Ourdata.coop en twitter.))

Una de las políticas públicas más ambiciosas y completas destinadas a apoyar la producción entre iguales basada en el procomún fue desarrollada en Ecuador en el año 2014 por FLOK Society ((Puedes visitar la web de FLOK Society.)) (FLOK, siglas para «Free Libre Open Knowledge»). Aunque el conjunto de recomendaciones no ha sido promulgado como ley en el Ecuador, el Plan de Transición al Procomún (Commons Transition Plan, en inglés), fruto de la labor de investigación durante todo un año, está diseñado para facilitar que todos los sectores del país se organicen, en la medida de lo posible, mediante un fondo común de conocimiento abierto. Ecuador inició el proyecto FLOK como una forma de ir más allá de la economía y las políticas neoliberales, en particular de los regímenes arcaicos de propiedad intelectual que ignoran la dinámica de las redes y se aprovechan del valor creado por las comunidades que no son mercantilistas. El Plan de Transición al Procomún es una síntesis completa, sofisticada e integrada para pasar a la siguiente fase de la producción en común y entre iguales a través de redes abiertas.

Si bien las políticas para fomentar la producción entre iguales basada en el procomún siguen siendo rudimentarias y desdeñadas por la mayoría de los gobiernos nacionales (que tienden a estar dominados por intereses corporativos creados), existen iniciativas importantes, aunque fragmentadas, que podrían llevar estas opiniones al siguiente nivel. Las cooperativas conocidas como Cooperativa Integral Catalana (CIC), en Cataluña, por ejemplo, están examinando activamente el Plan de Transición al Procomún como matriz para su propia reivindicación política. En Grecia, John Restakis (participante en este taller), ayudó recientemente a George Papanikaloau, de la Fundación P2P, a desarrollar una agenda política para promover en ese país la producción entre iguales basada en el procomún, la mutualización y el cooperativismo. El objetivo de la agenda es servir como guía a la coalición política de Syriza si es elegida en 2015.

Crear estructuras jurídicas favorables y modelos de buenas prácticas. A veces el derecho contractual privado puede ser muy útil para lograr nuevas estructuras legales para los usos cooperativos; dos ejemplos excelentes son las licencias Creative Commons y la Licencia Pública General de GNU para software. Pero dado que esas licencias no protegen necesariamente el valor añadido creado por un procomún en Internet -las grandes corporaciones a menudo se apropian de la información en plataformas abiertas o de dominio público- puede ser necesario un nuevo tipo de «licencia de reciprocidad basada en el procomún». Michel Bauwens y sus iguales de la Fundación P2P están desarrollando una licencia de este tipo para permitir que los procomunes protejan el valor que generan por sí mismos (conocimiento, código, imágenes, música, video). ((Puedes ver la entrada de la Fundación P2P sobre este tema, en inglés. También, de Miguel Said Vieira y Primavera De Filippi, en inglés- «Between Copyleft and Copyfarleft: Advance Reciprocity for the Commons”, Journal of Peer Production Número 4, disponible aquí.))

Por supuesto, el estado tiene un papel muy importante que desempeñar en la regulación legal de ciertos tipos de organización y práctica cooperativa. Por ejemplo, podría autorizar de manera más decidida nuevos tipos de organizaciones/comunidades sociales, como las cooperativas de múltiples partes interesadas que se ven en el norte de Italia y en Quebec, o las asociaciones entre los gobiernos municipales y los procomunes sociales en varias ciudades italianas. El estado también puede utilizar el dinero de los impuestos para incentivar a las empresas a adoptar formas y prácticas más cooperativas, y para desarrollar infraestructura que pueda beneficiar a las cooperativas y a los procomunes (por ejemplo, los sistemas municipales de wifi).

Nuevas empresas (start-ups) en el ámbito de la economía solidaria/procomún. Todas las participantes coincidieron en que se necesita apoyo y atención para ayudar a poner en marcha nuevas empresas en estos terrenos. Entre ellas se incluyen cafés, servicios de alimentación, servicios sociales, agricultura orgánica, bienes comunes urbanos (por ejemplo, Bolonia, Siena, Quito), recursos procomunes digitales, instituciones financieras para el capital cooperativo y «servicios solidarios» (por ejemplo, servicios como farmacias, alimentación, y atención médica para ayudar a las personas que se encuentran en una situación de extrema necesidad, como por ejemplo, las víctimas de las políticas de austeridad en Grecia).

También hubo acuerdo sobre la necesidad de construir ecosistemas integrados para las nuevas formas de organización, especialmente en los entornos urbanos. En opinión de Pat Conaty, las cooperativas podrían aprender de los ecosistemas para la creación de empresas. Ejemplos instructivos de la construcción de un ecosistema de capital cooperativo se pueden ver en el trabajo del Banco JAK en Suecia; Coop Hab en Brasil; Fund for Humanity, una organización sin ánimo de lucro que proporciona préstamos sin intereses; las cooperativas Evergreen en Cleveland; y el National CLT Fund (Reino Unido), que utiliza el financiamiento para facilitar cada una de las etapas de desarrollo de los fideicomisos de tierras comunitarias. Michel Bauwens sugirió que sería útil desarrollar un mapa de los elementos que faltan en un ecosistema cooperativo de una región dada, y luego desarrollar un mapa de meta-nivel que integraría los diversos elementos.

Asociaciones público/sociales. Como se describió anteriormente, las cooperativas de múltiples partes interesadas en Italia, Quebec y Japón están demostrando que el gobierno «con minúsculas» puede ser eficaz, especialmente a nivel local. Estas estructuras son una medio no sólo de satisfacer las necesidades cotidianas de la gente, sino también de reinventar la idea misma de gobierno y permitir que la gente diga con razón: «Nosotras somos el gobierno».

Obviamente, este es un desafío más problemático en países donde el gobierno no es amigo y partidario de la delegación de autoridad a los comunes. Una cuestión clave es cómo estructurar la relación entre los procomunes sociales y el Estado, y cómo federarlos financiera y operativamente para que puedan escalar. Estos esfuerzos pueden funcionar, y cuando lo hacen, pueden alterar radicalmente la cultura política.

2. Capital Paciente Agregado (alias “Acumulación Cooperativa”)

Cuando se discutió la necesidad de la «acumulación cooperativa», las participantes del taller identificaron varias metas generales que deben ser perseguidas:

  • Las comunidades deben idear formas de retener el valor añadido que crean;
  • Deben ser imaginados y construidos los modelos prácticos para hacer inalienable el trabajo;
  • Los procomunes pueden utilizarse para reducir el riesgo y la necesidad de capital;
  • Debemos desarrollar nuevas formas de escalar el acceso al capital (capital riesgo, capital laboral y de inversión), como los bancos públicos y las fuentes de capital de «aventura».

Se propusieron varios medios específicos para alcanzar los citados objetivos:

  • Evaluación tecnológica abierta para crear criterios fiables para la inversión;
  • Modelos inspirados en CASX (Cooperativa d’Autofinançament Social en Xarxa), un proyecto para poner en marcha una cooperativa financiera autogestionada y asamblearia;
  • Financiación y apoyo a nuevas empresas (start-ups);
  • La creación de formas jurídicas híbridas para la inversión (por ejemplo, alto riesgo y baja rentabilidad);
  • Sistemas de transferencia de conocimiento entre iguales para empresas de diversos tamaños y sectores comerciales que aseguren niveles radicales de reducción de carbono como la red Climate Smart en la Colombia Británica;
  • Capital riesgo de coste cero a través de ventas anticipadas; así como
  • Investigar nuevas posibilidades.

El desafío general en lo que se refiere a la agregación de capital para servir al cooperativismo abierto radica en: ¿Cómo inventar y desarrollar financiamiento de bajo costo en diferentes niveles? La provisión de capital barato es crítica para el éxito de tales proyectos, ya sean fideicomisos de tierras comunitarias, servicios mutualizados, cooperativas de múltiples partes interesadas o proyectos de producción entre iguales para el diseño y la producción abiertas. Pero la expansión creativa del financiamiento para el cooperativismo abierto es un tema complicado porque los entes políticos han de adoptar nuevas políticas en materia de propiedad, finanzas y formas de organización. Además, a veces las tradiciones culturales son un impedimento; a los países con lazos débiles de confianza social y en la iniciativa local a menudo les resulta más difícil seguir estas opciones. Tal vez el floreciente campo de las finanzas sociales pueda ampliar el acceso al capital paciente para las empresas colectivas.

3. Fusionar cooperativas y plataformas digitales / abiertas

Las cooperativas deben comenzar a aprovechar el poder de las «plataformas colaborativas de intercambio» en Internet y otras plataformas abiertas. Como sugiere la exposición anterior, existen muchas oportunidades para las cooperativas – y una gran necesidad de educar a los comunes digitales sobre el valor de los modelos organizativos, legales y financieros de las cooperativas.

El grupo catalán de la Cooperativa Integral Catalana (CIC) está a la vanguardia de muchas de estas investigaciones, entre las que destaca su moneda FairCoin, que permite a las cooperativas de todo el mundo compartir valor. Sus redes mesh guifi.net ((Puedes visitar la web de guifi.net)), que facilitan el acceso a Internet a bajo coste, es otra innovación fascinante. La tecnología del libro mayor de la cadena de bloques, como se explicó anteriormente, ofrece nuevas e importantes oportunidades de usar redes abiertas para construir nuevos tipos de producción cooperativa, colaborativa y de intercambio.

Como señaló Benjamin Tincq de Ouishare, las plataformas de intercambio ofrecen a las usuarias un mayor control que las instituciones tradicionales, y a un tiempo, una gobernanza más participativa. En comparación, señalaba, los modelos cooperativos tradicionales se muestran engorrosos y caros. Al adoptar plataformas abiertas, las cooperativas pueden llegar a ser más competitivas en términos de mercado, así como más democráticas y cívicas en términos culturales y organizativos. Tincq apuntó que hay una serie de organizaciones híbridas que se caracterizan por prácticas sociales cooperativas o basadas en el procomún «con empresas que las circundan». Citó a las organizaciones Inspire, Loomio y Liquid O. El hecho es que las empresas pueden operar legal y fiscalmente como negocios, pero en la práctica funcionan como cooperativas y procomunes.

CONCLUSIÓN

Nuestro momento histórico actual puede estar plagado de serios desafíos económicos y políticos, pero también es rico en oportunidades. Hay muchas más maneras de desarrollar innovaciones para satisfacer las necesidades básicas de manera socialmente justa y ecológicamente responsable. Sorprendentemente, la política y la economía dominantes apenas hablan de tales objetivos, y mucho menos exploran modelos factibles para alcanzarlos. Este taller fue un intento de poner de relieve estas ideas.

Existe una rica historia en el movimiento cooperativo que puede guiar e instruir a los contemporáneos que buscan inventar nuevos modelos. Por su parte, el movimiento procomún y muchos relacionados -Economía Social y Solidaria, Ciudades en Transición, producción entre iguales, relocalización alimentaria y fideicomisos de tierras comunitarias, entre otros- ya están siendo pioneros en nuevos y fascinantes proyectos y políticas públicas. Podría ser realmente formidable una confluencia entre estas corrientes y la experiencia y los ideales del movimiento cooperativo.

Las organizaciones internacionales que se centran en la retirada de tierras, mano de obra y capital del mercado pueden ofrecer una orientación estratégica para desarrollar una misión común para el siglo XXI. En este contexto, el movimiento Chantier en Quebec, la corriente de cooperativismo social en Italia, el movimiento Seikatsu en Japón y los Community Land Trust en expansión, ofrecen lecciones prácticas sobre lo que hay que hacer. Ninguno se está enfocando todavía en los tres objetivos, pero cada uno de ellos contribuye a desarrollar una agenda común al enfocarse en compartir el conocimiento, desmercantilizar la tierra, integrar radicalmente los sistemas cooperativos, y poner el capital al servicio de las necesidades sociales.

Uno de los campos más fructíferos para explorar nuevas sinergias y colaboraciones es, sin duda, el ámbito digital. El poder de los principios del código abierto, ahora incuestionable, está proliferando rápidamente en muchas otras áreas de la cultura, la producción y la vida social. La perspectiva de formas de producción más participativas y socialmente amigables – responsables ante las comunidades y conscientes del bien común en general – nunca ha parecido más factible. Aún así, hay importantes obstáculos organizacionales, legales y financieros que superar -por no mencionar las diferencias culturales y políticas- que deben ser superados si se quiere que las cooperativas encuentren un terreno común con los procomunes digitales y la producción entre iguales. Afortunadamente, hay modelos emergentes, como las cooperativas de múltiples partes interesadas, que podrían ser vehículos para esa cooperación.

Avanzar hacia ese futuro requerirá mucha investigación, diálogo, improvisación, iniciativas emprendedoras y coraje. Esperamos que este relato sobre el taller de Cooperativismo Abierto sirva de inspiración y guía para explorar más a fondo todas las posibilidades.

ANEXO: Participantes en el taller

– Michel Bauwens. Tailandia. P2P Foundation / Commons Strategies Group.

David Bollier. Estados Unidos. Commons Strategies Group.

– Pat Conaty. Reino Unido. Co-operatives UK / New Economics Foundation.

– Sofia Cardona. Cataluña. España.. Cooperativa Integral Catalana.

– Kevin Flanagan. Irlanda. P2P Foundation.

– Mike Lewis. Canadá. Canadian Centre for Community Renewal.

– Heike Löschmann. Alemania. Heinrich Böll Foundation.

– Janis Loschmann. Alemania / Reino Unido. East Anglia University.

– Margie Mendell. Canadá. Karl Polanyi Institute, Quebec.

– Annemarie Naylor. Reino Unido. Common Futures.

– John Restakis. Canadá. British Colombia Co-operative Assn. / FLOK project.

– Kate Swade. Reino Unido. Shared Assets.

– Benjamin Tincq. Francia. Ouishare.


Hacia un cooperativismo abierto: Una nueva economía social basada en plataformas abiertas, modelos cooperativos y el procomún.

  • Un informe sobre el taller del Commons Strategies Group.
  • Berlín, Alemania. 27 y 28 de agosto de 2014.
  • Por Pat Conaty y David Bollier.
  • Con el respaldo de la Fundación Heinrich Böll y la ayuda de la Fundación Charles Léopold Mayer.

 

Published by xAn

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